martes, 10 de agosto de 2010

Clase 2: la red como objeto, la red como símbolo

¿De qué hablamos cuando hablamos de nuevas tecnologías? Proponemos la lectura y el debate de un apunte que alguna vez produjeramos para un foro internacional - texto completo - referido a qué usos de internet se desprenden de qué paradigamas culturales. Habrá un esfuerzo conjunto por vincular este texto a los problemas de la logística:

La red está sostenida en un conjunto de objetos que no dejan de crecer en diversidad ni de reducirse en tamaño y, a veces, también en costo. La mayoría de estos objetos nacieron en los momentos y lugares culmines de la guerra fría y, por extensión, de la modernidad.
Ese es su espíritu fundacional que, naturalmente, informa a la estructura de poder que ha producido, y en buena medida sigue produciendo, esos objetos.
Como objetos (sucedáneos diría Kusch) fueron producidos por un orden cultural que no ha cesado de construir su propio domicilio pensando el mundo como dominio. Y que aspira a modelarlo según sus necesidades en todos los ámbitos de la vida humana:

"Los cambios que se producen en la estructura de las relaciones económicas son parte de una transformación incluso mayor que tiene lugar en la naturaleza misma del sistema capitalista. Estamos contribuyendo a un movimiento a largo plazo que lleva desde la producción industrial a la producción cultural. En el futuro un número cada vez mayor de parcelas del comercio estarán relacionadas con la comercialización de una amplia gama de experiencias culturales en vez de con los bienes y servicios basados en la industria tradicional. El turismo y todo tipo de viajes, los parques y ciudades temáticas, los lugares dedicados al ocio dirigido, la moda y la cocina, los juegos y deportes profesionales, el juego, la música, el cine, la televisión y los mundos virtuales del ciberespacio, todo tipo de diversión mediada electrónicamente se convierte rápidamente en el centro de un nuevo hipercapitalismo que comercia con el acceso a las experiencias culturales. La metamorfosis que se produce al pasar de la producción industrial al capitalismo cultural viene acompañada de un cambio igualmente significativo que va de la éticadel trabajo a la ética del juego. Mientras que la era industrial se caracterizaba por la mercantilización del trabajo, en la era del acceso destaca sobretodo la mercantilización del juego, es decir la comercialización de los recursos culturales incluyendo los ritos, el arte, los festivales, los movimientos sociales, la actividad espiritual y de solidaridad y el compromiso cívico, todo adopta la forma de pago por el entretenimiento y la diversión personal. Uno de los elementos que definen la era que se avecina es la batalla entre las esferas cultural y comercial por conseguir controlar el acceso y el contenido de las actividades recreativas" (Rifkin, 2000:17)

Claramente este paradigma propone no solo la existencia de un conjunto de objetos sino más bien un modo específico de uso de los mismos. Un sistema simbólico que orienta el para qué del utensilio.
Tal como decíamos párrafos más arriba la red símbolo nació en 1994 cuando los objetos fueron liberados al uso público y, en consecuencia, es todavía un modelo para armar del cual Rifkin es sólo una versión.
Pero ¿qué versión? Y, en cualquier caso ¿cómo debiera influir sobre nuestro debate?
En primer lugar recordemos que el viejo capitalismo industrial alcanzó su máximo desarrollo – implosión soviética mediante – después de sucesivas crisis que incluyeron, apenas, dos grandes guerras europeas, infinitas guerras satélites como telón de la guerra fría – Corea, Vietnam, Camboya, por citar algunas – y varios etcéteras más entre las cuales no queremos dejar de mencionar las varias décadas de autoritarismo militarizado que supimos sufrir los países centro y sudamericanos.
 ¿Pasará lo mismo antes de que la nueva economía emerja como realidad? La guerra de Irak y su paradigmático "choque civilizatorio" y los brutales atentados terroristas del 11-S y el 11-M parecen indicar, cuando menos, que no será sin traumas.
¿Habrá una alianza sociocultural nueva entre burguesías emergentes y sectores medios altamente tecnificados? Todavía hoy están marginados del mercado aquellas comunidades y actores sociales desplazados por la revolución industrial ¿Qué nos hace pensar que los excluidos digitales correrán mejor suerte?
¿La construcción/ destrucción de nuevos actores capitalistas alcanzará una intensidad tal que dé sentido y haga necesarias alianzas de otro tipo? O las viejas corporaciones y sus hábitos monopólicos lograran establecer algún tipo de corsé sobre los temblores de la nueva economía.
Como representación cultural la red desafía a la cultura humana por la ruptura de las coordenadas espacio temporales que, hasta ahora, guiaban el ordenamiento fenoménico de cualquier formación cultural.
Las comunidades ciber–culturales se organizan y ordenan sin tener en cuenta, necesariamente, el lugar o momento de acceso de sus integrantes. Generan valores y sistemas simbólicos ubicados más allá de cualquier frontera.
Lo hacen a velocidades crecientes y con una tal capacidad de transmisión que ningún otro sistema u organización podría hacerlo.
Frente a semejante desafío cualquier resistencia deviene inútil. Aún quienes quisieran mantenerse aislados del fenómeno están siendo afectados por él.
Los aborígenes amazónicos apenas supieron que el destino de su hábitat estaba siendo resuelto en Londres o Washington pero tenía la esperanza de presionar a Brasilia – capital cercana – en pos de sus derechos.
Hoy esos derechos se dirimen más en la red que en Brasilia. Grupos ecologistas aúnan voluntades y recursos para operar sobre ese nicho ecológico al que ya conciben como patrimonio de la humanidad.
Ese es el trasfondo sobre el cual se propone – en la versión de Rifkin – una nueva era del acceso centrada básicamente en la comercialización de experiencias culturales. ¿Será la gestión cultural capaz de ocupar un espacio diferente dentro del "hipercapitalismo cultural" mediado electrónicamente?
Estos diez años de Internet abierta al público han visto aparecer y desaparecer ideas, propuestas y modelos en un número muy difícil de contabilizar. El propio auge, estallido y resurrección del índice de acciones tecnológicas en la bolsa de New York es un claro ejemplo del vertiginoso cambio de modelos conceptuales de las TICs.
Sin embargo podríamos demostrar, y no solo por el absurdo, que el verdadero creador de la red fue Jorge Luis Borges.
Las infinitas galerías hexagonales – clusters – que pueblan sus inacabables bibliotecas – redes – requieren de inquisidores oficiales – buscadores – que las recorran y las organicen permanentemente. Sus juegos babilónicos a la luz de la luna son todavía más complejos que los juegos de rol que tanto público atrae en la red.
Ni qué decir del fabuloso Aleph encontrado por Borges en un sótano de Buenos Aires antes de que el siglo veinte abandonara su primera mitad. Sólo una computadora de última generación, con cámara digital y conectada con banda ancha a una red planetaria podría ver el mundo desde todos los ángulos posibles como sí podía el Aleph borgiano.
Un discurso metafórico, poblado de analogías, pudo anticipar en varias décadas la existencia de la red. Y, más notable aún, describir sus usos.
Además, estamos seguros de que solo nuestra ignorancia nos impide sostener que otros discursos, estéticas y autores hicieron lo propio en otras latitudes.
Pareciera ser que mientras los objetos de la red fueron creados desde el corazón mismo de la modernidad, los usos públicos de Internet entroncan con demandas y símbolos mucho más antiguos para la especie. Igual que la conjunción entre objeto y símbolo. Decía Kusch:

"El hacha de piedra y la máquina a vapor son formas de relación entre hombre y mundo, y responden en todo caso a una forma de limitación de lo humano frente a la naturaleza. Un hacha de piedra indica una forma de enfrentamiento del hombre a la naturaleza y lo mismo ocurre con la máquina a vapor. La diferencia está, en este último caso, en que la vinculación se hace ante todo entre hombres y dentro de la ciudad, de modo que el ciclo se cierra en el plano humano y se soslaya a la naturaleza" (Kusch, 1999: 116).

Extendiendo el concepto podríamos pensar que entre las figuras antropomórficas de la pintura rupestre y nuestros internautas hay un conector que la red potencia: el tan humano gregarismo. Pero al igual que con la máquina a vapor hay una cierta tendencia a extrañar a la naturaleza de esta relación, agotarla en la pura mediación electrónica, como si lo humano pudiera prescindir del cuerpo.
Pensadas así las TICs se ven un poco menos nuevas pero bastante más complejas. Es que de este modo las TICs entroncan con aquello que Kusch llamaba la "gran historia" que hunde sus raíces en el devenir histórico de la especie humana, estableciendo relaciones de todo tipo con los deseos, los sueños, los mitos y los miedos más profundos de la condición humana.
Pierden algo del vedetismo que algunos les endilgan pero ganan en dimensión humana; se vuelven un poco menos virtuales.
La red, ya lo dijimos, es el rostro luminoso de las TICs. Tiende a absorber todo lo creado por la especie creciendo en modo exponencial. Pero detrás sigue transcurriendo lo humano múltiple con todas sus potencialidades y desvalimientos.
Sin pretender haber agotado la complejidad de esta relación entre la Red / objeto y la Red / símbolo proponemos para Internet, la siguiente definición:
"Conjunto de dispositivos cada vez más pequeños y portables con múltiples formas de interconexión capaces de intercambiar volúmenes crecientes de información y a velocidades cada vez mayores al que acceden millones de personas e instituciones estratificadas según su capital telemático: competencias comunicacionales más calidad de infraestructura" (Sá Souza, 2004: 165).
Intentemos un primer – y provisorio – recorrido por los componentes de esta definición:
Objetos: desde las primeras computadoras que se conectaron en línea en las primeras redes hasta los teléfonos celulares hay un conjunto de dispositivos que permiten la conexión a una red desde, casi, cualquier lugar y en todo momento.
Esto incluye a la arquitectura de la red, su conectividad. Desde los cables telefónicos hasta las conexiones satelitales, pasando por la fibra óptica o las redes eléctricas pareciera que todo medio sirve para conectarse a las TICs. Estos objetos tienen una incidencia determinante para la existencia misma del fenómeno y su estratificación.
Intercambios: la interconexión depende además de la existencia de protocolos aceptados por todos los protagonistas, es decir la totalidad de la especie si se aspira a la plena participación ciudadana en las TICs. Y esto que es válido para la arquitectura misma de la red no lo es menos para las posibilidades de interacción entre las diferentes plataformas y aplicaciones informáticas. Por citar sólo un caso: la posibilidad de utilizar, indistintamente, un procesador de texto de software propietario o de código abierto.
Información: nos referimos a toda interpretación y representación de la realidad, cualquiera sea el código, la estética, el soporte o la modalidad desde la cual sea ofrecida. Incluidas, naturalmente, las representaciones simbólicas, si es que alguna no lo fuera.
Personas: diferentes habilidades informáticas y, también, diferentes capacidades de decodificación de la información condicionan la utilidad que cada persona puede extraer de las TICs, pero, además, pueden determinar desde una rápida obsolescencia de su empleabilidad hasta su definitiva, o casi, marginación del mercado.
Instituciones: hasta ahora, y tal como ya había afirmado un historiador británico (Hobsbawm, 1995) son las instituciones quienes más han tardado en adaptarse a las TICs y los procesos mucho más horizontales que ellas generaron.
Estratificación: aunque todos nos refiramos a la red como si fuera un fenómeno homogéneo la verdad es que las diferentes calidades de infraestructura a nivel de localización del usuario determinan posibilidades de uso muy disímiles. Los derechos digitales no son iguales para un habitante de Barcelona o Buenos Aires que para quien habita en un pequeño pueblo de la mayoría de nuestros países.

1 comentario:

  1. Simplemente debo releer esta Nota, para aportar mi posición, sobre como impacta la nueva tecnologia, en los diferentes espacios que se la vincula.
    La pregunta es El Progreso, es Avance, es Crecer o Retroceder.
    Lo relaciono a las Ciudades Crecieron, hoy hay Impacto Ambiental ( Smog ), Hacinación, Falencias en el Transporte, Concetracción del Poder, Nuevos problemas de Salud.
    La Informatica seguramente nos brinda tiempos mas amplios para dedicarnos a Nosotros, pero el cambio genera un cambio, tal vez mayor que los Anteriores Hitos como la Revolución Industrial, la Conquista del Espacio ( sera para Alojar a Seres Humanos como nuevo territorio para Habitar o de Desecho ? )
    En el transcurso de mi aprendizaje podre dar una opinión mas concreta
    Mario Marsicano el Viajero Ferroviario

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